GALILEO Galileo fue quien intentó por primera vez aprovechar tal hecho para observar los cambios de temperatura. En 1603 invirtió un tubo de aire caliente sobre una vasija de agua. Cuando el aire en el tubo se enfrió hasta igualar la temperatura de la habitación dejó subir el agua por el tubo, y de este modo consiguió Galileo su «termómetro» (del griego thermes y metron, «medida del calor»). Cuando variaba la temperatura del aposento cambiaba también el nivel de agua en el tubo. Si se caldeaba la habitación, el aire en el tubo se dilataba y empujaba el agua hacia abajo; si se la enfriaba, el aire se contraía y el nivel del agua ascendía. La única dificultad fue que aquella vasija de agua donde se había insertado el tubo, estaba abierta al aire libre y la presión de éste era variable. Ello producía ascensos y descensos de la superficie líquida, es decir, variaciones ajenas a la temperatura que alteraban los resultados.
Partidario entusiasta de los métodos cuantitativos en las ciencias biológicas, Santorio fue uno de los primeros que utilizó una escala termométrica (antes de 1612). Ésta, definida por sus puntos extremos (la temperatura de la nieve y la de la llama de una vela), tenía una graduación uniforme con subdivisión decimal. Utilizando este instrumento para estimar la temperatura humana con fines médicos, Santorio destruyó la antigua creencia según la cual el cuerpo humano está más frío por la noche que por el día.
Otros termoscopios inspirados en modelos de Filón, Herón o Santorio fueron descritos en esta época por numerosos autores:
C. Drebbel (hacia 1600), Francis Bacon (1620), J. Leurechon (1624), R. Fludd (1638), A. Kircher (1641), 0. de Guericke (1672), etc. Pero el termoscopio de aire -al que Leurechon dio equivocadamente el nombre de termómetro- era sólo un instrumento de localización poco fiel y sensible tanto a las variaciones de la presión atmosférica como a las de la temperatura. La gravedad de este último defecto revelada por las primeras observaciones barométricas fue señalada por Pascal en 1648 y luego por Boyle en 1662. El termoscopio de aire, condenado en esta forma demasiado sumaria, tenía que contar entonces ya con la competencia de los termómetros de líquido.
En una carta de Jean Rey a Mersenne fechada en primero de enero de 1632 se encuentra la primera mención conocida de un termómetro de líquido. Simple trasposición del termoscopio de aire, este primitivo instrumento se reducía a una bola llena de agua a la que se superponía un tubo fino abierto en su extremidad superior. Algunos años más tarde (desde antes de 1650) se hicieron modelos más perfeccionados en Florencia, bajo la protección del gran duque de Toscana.
Se trataba de termómetros de "espíritu de vino" (alcohol diluido) cuyos tubos -unos rectilíneos, adaptados a las medidas efectivas; otros recargados con adornos destinados a figurar en los salones- estaban sellados a fin de evitar las pérdidas por evaporación y llevaban una escala graduada realizada con ayuda de pequeñas perlas de vidrio y que permitía valorar la temperatura. Para posibilitar el empleo sistemático de estos instrumentos con fines de observación meteorológica o científica era necesario asegurar su comparabilidad.
GALILEO
ResponderEliminarGalileo fue quien intentó por primera vez aprovechar tal hecho para observar los cambios de temperatura. En 1603 invirtió un tubo de aire caliente sobre una vasija de agua. Cuando el aire en el tubo se enfrió hasta igualar la temperatura de la habitación dejó subir el agua por el tubo, y de este modo consiguió Galileo su «termómetro» (del griego thermes y metron, «medida del calor»). Cuando variaba la temperatura del aposento cambiaba también el nivel de agua en el tubo. Si se caldeaba la habitación, el aire en el tubo se dilataba y empujaba el agua hacia abajo; si se la enfriaba, el aire se contraía y el nivel del agua ascendía. La única dificultad fue que aquella vasija de agua donde se había insertado el tubo, estaba abierta al aire libre y la presión de éste era variable. Ello producía ascensos y descensos de la superficie líquida, es decir, variaciones ajenas a la temperatura que alteraban los resultados.
Partidario entusiasta de los métodos cuantitativos en las ciencias biológicas, Santorio fue uno de los primeros que utilizó una escala termométrica (antes de 1612). Ésta, definida por sus puntos extremos (la temperatura de la nieve y la de la llama de una vela), tenía una graduación uniforme con subdivisión decimal. Utilizando este instrumento para estimar la temperatura humana con fines médicos, Santorio destruyó la antigua creencia según la cual el cuerpo humano está más frío por la noche que por el día.
Otros termoscopios inspirados en modelos de Filón, Herón o Santorio fueron descritos en esta época por numerosos autores:
C. Drebbel (hacia 1600),
Francis Bacon (1620),
J. Leurechon (1624),
R. Fludd (1638),
A. Kircher (1641),
0. de Guericke (1672), etc.
Pero el termoscopio de aire -al que Leurechon dio equivocadamente el nombre de termómetro- era sólo un instrumento de localización poco fiel y sensible tanto a las variaciones de la presión atmosférica como a las de la temperatura. La gravedad de este último defecto revelada por las primeras observaciones barométricas fue señalada por Pascal en 1648 y luego por Boyle en 1662.
El termoscopio de aire, condenado en esta forma demasiado sumaria, tenía que contar entonces ya con la competencia de los termómetros de líquido.
Los primeros termómetros de líquido
En una carta de Jean Rey a Mersenne fechada en primero de enero de 1632 se encuentra la primera mención conocida de un termómetro de líquido. Simple trasposición del termoscopio de aire, este primitivo instrumento se reducía a una bola llena de agua a la que se superponía un tubo fino abierto en su extremidad superior. Algunos años más tarde (desde antes de 1650) se hicieron modelos más perfeccionados en Florencia, bajo la protección del gran duque de Toscana.
ResponderEliminarSe trataba de termómetros de "espíritu de vino" (alcohol diluido) cuyos tubos -unos rectilíneos, adaptados a las medidas efectivas; otros recargados con adornos destinados a figurar en los salones- estaban sellados a fin de evitar las pérdidas por evaporación y llevaban una escala graduada realizada con ayuda de pequeñas perlas de vidrio y que permitía valorar la temperatura. Para posibilitar el empleo sistemático de estos instrumentos con fines de observación meteorológica o científica era necesario asegurar su comparabilidad.